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Blog sobre Espuma, la ballena franca austral patagónica
By Florencia Vilches on Tuesday, January 26, 2021
Esta publicación es parte de una serie de proyectos apoyados por Aquarium’s Marine Conservation Action Fund (MCAF). A través de MCAF, el Acuario apoya a investigadores, conservacionistas y organizaciones de base en todo el mundo mientras trabajan para abordar los problemas más desafiantes que enfrenta el océano.
MCAF Fellow Florencia Vilches, es Investigadora del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) Argentina y becaria Fulbright. Florencia dirige un proyecto que busca integrar fotografías de ballenas francas australes tomadas desde embarcaciones por operadores de avistamiento de ballenas con el catálogo de fotografías aéreas de 50 años curado por ICB, para mejorar los modelos que describen la dinámica de esta población de ballenas. En 2018, Florencia tuvo la oportunidad de asociarse con los investigadores de campo del New England Aquarium en la Bahía de Fundy. Para leer sobre su experiencia, consulte su blog MCAF: Right Whales that Cross Hemispheres. En este artículo actual, Florencia habla sobre Espuma, un macho de ballena franca austral patagónica que no se ha visto en décadas y la importancia de la fotoidentificación de estas magníficas ballenas y el establecimiento de sus árboles genealógicos.
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Blog sobre Espuma, la ballena franca austral patagónica
de Florencia Vilches
Las ballenas francas pueden identificarse individualmente a partir del patrón de callosidades presente en sus cabezas, el cual es exclusivo de cada individuo. Desde 1971, los investigadores del Instituto de Conservación de Ballenas y Ocean Alliance realizan relevamientos aéreos anuales para fotoidentificar las ballenas francas de Península Valdés, Patagonia, Argentina. Gracias a estos vuelos hemos creado la base de datos y el catálogo de individuos conocidos más completos que existen para la especie, con más de 3.800 ballenas identificadas.
El estruendo de sus cuarenta toneladas chocando contra la superficie del mar luego de un salto, los impactantes cinco metros de ancho de su tan fotografiada aleta caudal, el revuelo de espuma de varios machos intentando aparearse con a una hembra, son todos aspectos que cautivan a cualquiera que observe a las ballenas francas en su hábitat natural. Sin embargo, quienes nos dedicamos a su fotoidentificación las miramos pensando principalmente en una cosa… “¿quién sos?”, mientras resistimos la tentación de analizar inmediatamente la fotografía de su cabeza en la computadora más cercana y así conocer quién es que nos está deleitando con su inmensidad: ¿cómo te llamás?, ¿cuándo naciste?, ¿quién es tu mamá?
Esas preguntas me estaba haciendo cuando, lejos de las ballenas pero cerca de sus fotografías, buscaba en el catálogo de ballenas conocidas a aquellas monitoreadas satelitalmente por el proyecto #SiguiendoBallenas (http://siguiendoballenas.org). Este proyecto tiene por objetivo conocer las rutas migratorias y áreas de alimentación de las ballenas francas australes que se reproducen en los golfos norpatagónicos. Particularmente, estaba buscando a Mariposa, un macho morfogris fotografiado en 2017 frente a las costas de San Antonio Oeste (Provincia de Río Negro). Su particular pigmentación ya auguraba una búsqueda más ágil: son poco más de 250 los individuos morfogrises presentes en el catálogo. Sin embargo, por tener casi todo su cuerpo de color gris, es difícil diferenciar sus callosidades blanquecinas del resto de la cabeza. Por eso, nos valemos fundamentalmente de su patrón de manchas negras para detectar una coincidencia. Rutinariamente entonces, comparo su patrón de pigmentación con los otros individuos morfogrises, uno por uno. Entre ellos está Espuma, con el número de identificación 0071-75-89-94. Espuma es tan famoso que ha cosechado una multiplicidad de títulos en su haber: hijo de Docksider, nieto de Antonia, bisnieto de la ballena 71; uno de los favoritos de nuestro Programa de Adopción; y hasta protagonista en el libro de cuentos, “Espuma, la ballena blanca”, escrito por la capitana de avustaje de ballenas Diana Visintini. Sin embargo, luego de su nacimiento en 1994 lo hemos visto una única vez, en 1995, fotografiado por el capitán de avistaje de ballenas Rafael Benegas frente a las costas del Golfo Nuevo. Desde entonces, y a pesar de los deseos nuestros y de sus adoptantes, no hemos vuelto a verlo.
Por eso, comparo las manchitas de Mariposa con las de Espuma con poca esperanza. Hasta que una manchita tras otra comienza a coincidir…y es ahí donde llega la sensación. Esa adrenalina indescriptible que se experimenta en los microsegundos previos a confirmar que estoy ante una ballena que conocemos. Y acá nisiquiera fue necesario apurarse a ir a la base de datos para saber “¿quién sos?”, porque se trataba nada menos que de Espumita, a quien ya conozco de memoria de tantas veces que vi su foto queriendo que sea pero no…y ahora SÍ. Luego de veintidós años de hacernos desear, a nosotros y sus adoptantes.
Mi primera tarea en el Instituto de Conservación de Ballenas, aún como estudiante de Ciencias Biológicas hace unos once años atrás, fue la de coordinar el Programa de Adopción. No eran tareas relacionadas a mi futura profesión. Sin embargo, lo disfruté muchísimo. Agradezco haber tenido la oportunidad de conversar a diario con los adoptantes de ballenas y así conocer sus historias: por qué se sumaron, por qué eligieron particularmente a su ballena, qué sentimientos generan en ellos, cómo multiplican el mensaje de conservación. Muchísimas veces he tenido que contestar la pregunta “¿saben algo de mi Espuma?”, y con frustración he tenido que responderles “No, pero eso no significa que algo malo le haya pasado, porque conocemos ballenas a las que volvimos a ver luego de casi medio siglo sin registros… hay que tener paciencia”. Fue en ellos, en las y los adoptantes de Espuma, en quienes primero pensé al hallar esta coincidencia. Con enorme alegría y emoción, les agradecemos su apoyo incondicional y les contamos que su paciencia ha rendido sus frutos: bienvenido de vuelta, Espuma.